jueves, 4 de julio de 2013

La explotación de la mujer en el sector minero

Me casé a los 23 años y fue entonces cuando fui a la mina. Antes, cuando tenía 12 años, era tejedora. No sé ni leer ni escribir. Trabajo para Andrew Knowles de Little Bolton (Lancashire) y llevo a casa algunas veces 7 chelines a la semana, algunas veces menos. Arrastro las vagonetas de carbón y trabajo seis horas por la mañana y seis al mediodía. Paro casi una hora al mediodía para comer un poco de pan y un poco de mantequilla, sin nada para beber. Tengo dos hijos pero aún son demasiado pequeños para trabajar. He tirado de las vagonetas incluso estando embarazada. Conozco a una mujer que volvió a casa, se lavó, se metió en la cama, parió y volvió a hacer el mismo trabajo en menos de una semana.
Tengo una correa alrededor de la cintura y una cadena entre las piernas y tengo que andar a gatas. La cuesta es muy empinada y nos agarramos a la cuerda o a lo que podemos cuando no hay cuerda [...]
En el pozo en el que trabajo hay seis mujeres y seis chicos y chicas. Es un trabajo durísimo para una mujer. El pozo está siempre húmedo y el agua nos llega hasta las rodillas. Un día me llegó hasta los mulsos y con lo que cae del techo es terrible. Mis ropas están siempre empapadas.
Una prima mía se ocupa de los niños durante el día. No consigo hacer nada cuando vuelvo a casa por la noche, y a veces me duermo antes de lavarme. He arrastrado vagonetas hasta arrancarme la piel, Y es mucho peor cuando se espera un hijo. Mi capataz me ha pegado algunas veces porque no estaba dispuesta. Al principio no conseguía acostumbrarme y él tenía poca paciencia. He visto a más de un hombre pegar a su vagonetera.
Testimonio de Betty Harris delante de una Comisión parlamentaria de investigación, 1842. 

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