lunes, 20 de enero de 2014

Una familia de la aristocracia siciliana

Entre los marcos negros, destacaban en vivos colores los señoríos pertenecientes a los Salina: Salina, la isla de las montañas gemelas; Querceta, con sus casas bajas agrupadas alrededor de la iglesia; Argivocale, minúscula en una planicie de trigo desmesurada sembrada de campesinos trabajando; Donnafugata, con sus palacios barrocos; muchos otros dominios más...
La riqueza secular se había transformado en ornamentos, en lujo, en placeres sin más; la abolición de los derechos feudales había decapitado las obligaciones y los privilegios. De hecho, alguno de estos señoríos se había esfumado, dejando tan sólo en el recuerdo su nombre y sus telas abigarradas [...] ¡Bah!, había tantos [...] que teníamos la impresión que jamás veríamos su final.
G. Tomasi di Lampedusa, El gatopardo, 1957

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