sábado, 6 de julio de 2013

El papel de la burguesía

Si la burguesía tenía una misión en el mundo, esta era, con seguridad, la de llegar a ser el guía, el instructor, o mejor, el organizador, la cabeza del pueblo; esta era una misión sagrada, para la cual ella había recibido la
Edgar Quinet
inteligencia, la ciencia, la experiencia de los tiempos pasados. La palabra, el pensamiento, le habían sido dados para hablar y pensar en nombre del pueblo entero. La ocasión era grandiosa: se trataba de preparar, de inaugurar la llegada de la democracia al mundo europeo. ¿Quién no había pensado que la grandeza de esta obra no iba a engrandecer, a levantar todos los espíritus? Lejos de esto, apenas llegada a la posesión de la autoridad, la burguesía se ha engreído de ella, como todos los poderes que la han precedido; incluso se deja fascinar más deprisa que un individuo. No ve más, se repite a sí misma por miles de bocas: el Estado soy yo, y no hace más que olvidar al pueblo, separarse de él; donde llega la democracia, queda en parte mutilada... La burguesía sin pueblo es la cabeza sin brazo. El pueblo sin la burguesía es la fuerza sin la luz...

Una reforma es necesaria para hacer entrar en el cuerpo de la nación a la burguesía que, por otra parte, tiende cada vez más a desatarse de los intereses generales, es decir, a morir socialmente. Si su aislamiento creciente le espanta, que rompa la barrera política que se eleva entre ella y el pueblo; que no haya más de dos Francias, una oficial, otra real... Asociándose a la transformación social que se prepara, la burguesía puede todavía regularla con la inteligencia y hacerla entrar por las vías moderadas de la civilización... La burguesía ha reprochado a la antigua realeza el haber opuesto una resistencia implacable al espíritu de su tiempo, y el haber atesorado por ello una revolución igualmente implacable. Que ella se guarde de caer en la misma falta. 
Edgar Quinet, Advertencia al país, 1840

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