sábado, 6 de julio de 2013

La del 48

La revolución de 1848 debe considerarse como la continuación de la de 1789 con elementos de desorden
de menos y elementos de progreso de más.
Alphonse de Lamartine
En ambas hay una idea moral que conmueve al mundo: el pueblo que se desprende en 1789 de la servidumbre, de la ignorancia, de los privilegios, de las preocupaciones de la monarquía absoluta, y en 1848, de la oligarquía de una minoría y de la monarquía representantiva de porciones diminutas: la aparición del derecho y del interés de las masas en el gobierno.
Tres partidos se agitaban alrededor del trono de Luis Felipe: el republicano, que por la indecisión timorata de Lafayette se dejó arrebatar la República de 1830; el legitimsta, que adoraba como un dogma la rama primogénita de los Borbones y aborrecía la segunda como una profanación del trono y, por último, el liberal y constitucional, compuesto de la inmensa mayoría de la nación que veía en Luis Felipe la transacción viva entre el trono y la República, la última forma de una dinastía hereditaria, la última esperanza de la monarquía.
Lamartine, Historia de la Revolución de 1848

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